Examinando por Autor "Rosario Candelier, Bruno, 1941-."
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Ítem La ficción montonera : las novelas de las revoluciones(Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2003) Rosario Candelier, Bruno, 1941-.La Sociedad Dominicana de Bibliófilos, preocupada por ofrecer a los socios y personas interesadas, lecturas que traten acerca de la realidad histórica y sociocultural de la nación dominicana, se complace en publicar el ensayo crítico La Ficción Montonera (Las Novelas de las revoluciones), del filólogo, investigador y actual Director de la Academia Dominicana de la Lengua, Dr. Bruno Rosario Candelier. A Su pluma se deben también otras obras de importancia que han sido objeto de premios nacionales y distinciones tales como: La Creación Mitopoética, La Imaginación Insular, Tendencias de la Novela dominicana, Lo popular y lo culto en la poesía dominicana y otras.Ítem El sorato de Magdala : novela epistolar de inspiración bíblica(Ateneo Insular, 2019) Rosario Candelier, Bruno, 1941-.«Según la tradición conservada en nuestro Sorato, María Magdalena se sintió espiritualmente desnuda ante el resplandor de aquella purísima Llama que descubría el interior de su alma como un rapto indescriptible, y aseguraba la hebrea que Jesús la tomó por sus brazos, y al erguirse, emergió otra María ante la mirada sutil y transformante del mismísimo Jesús. Jamás hombre alguno la había mirado con una mirada de amor sagrado, como la miró Jesús» (Bruno Rosario Candelier, Carta 60, 2 de septiembre de 2001).Ítem El sueño era Cipango(Ateneo Insular, 2002) Rosario Candelier, Bruno, 1941-.Llegamos a la costa una hermosa mañana de enero. Habíamos avistado La Española, pero el Almirante ordenó a la tripulación seguir al occidente de la isla en busca del Fuerte de la Navidad. Durante el trayecto pudimos apreciar la belleza de las playas, el aire fresco y agradable y el verdor de los bosques. Desde las naos observamos los cauces de los ríos, algunos caudalosos, y la variedad de árboles silvestres y montes y pendientes y barrancos. Mientras navegábamos, oteábamos los puertos, las llanuras escoltadas por palmeras y el horizonte, redondo y rojo. No vimos indios, ni aldeas o poblados, ni animales de tierra, aunque sí muchas aves, cantarinas y traviesas, y por doquier una vegetación impresionante. Al llegar al lugar donde se levantó el Fuerte sólo vimos escombros de lo que había sido el campamento. Nada pudimos saber sobre el destino de los castellanos que allí se instalaron, sino sospechar lo peor. Las naves, entonces, izaron otra vez sus velas, navegando de nuevo por la costa norte pero ahora en dirección contraria. Navegamos con buen viento y a media tarde llegamos a un puerto de ancha bahía, con un rocoso acantilado y a su vera la desembocadura de un gran río, con una espesa floresta al fondo. -Aquí desembarcamos -dijo el Almirante. Este puerto ofrece una ventajosa posición para levantar la Fortaleza, y su planicie es bella y amplia, y la tierra, espaciosa y fértil para el cultivo de plantas comestibles, y el terreno, adecuado para edificar una ciudad.